jueves, 28 de abril de 2011

Incapacitado



Ojalá pudiera iluminarte con mis manos, arrancarte de la noche con un beso y con una mirada eliminar la felicidad artificial que te provoca el polvo blanco. Pero la vida finalmente ha roto el lazo de seda que unía nuestros caminos y yo viajo ahora hacia la luz. Tú, en cambio, te has rendido al dolor y has dejado que la vida te supere, con esa práctica desagradable como única vía de escape. Y no te juzgo, ya he visto en tus ojos miles de veces el dolor que soportas. Pero amigo mío, es a este corazón al que le duele, tú fuiste mi primer y único amor y ahora que te he dejado marchar me doy cuenta de lo duro que ha sido el camino que te ha tocado tomar.

Cuando te vi en el segundo piso de aquel bar, con aquellas compañías, sólo sin ninguno de tu pandilla, entonces lo supe. No me hicieron falta más datos; es uno de los dones que tengo, que soy muy observador y me doy cuenta de todo a la primera. En ese momento lo supe pero no lo quise aceptar; fue una amiga la que hizo un comentario, entonces le dije: «ya lo sé, ya lo había visto...» Fue suficiente todo eso para darme cuenta. Y amigo mío, me duele el corazón cada vez que me vuelve la imagen de ti junto a ellos, con la mirada perdida y sonriendo al vacío. Y sé... asumo que no puedo ayudarte. He zarpado, te he dejado atrás con las demás cosas del pasado. Ahora ya no puedo volver atrás y pedir explicaciones, o volver a formar parte de tu vida, o mismo reclamar la parte de tu corazón que una vez fue mía. He puesto fin a mis sentimientos porque ya era el momento, pero lo que duele es verte mal y no poder hacer nada.

Me gustaría viajar en el tiempo y cambiar ciertas cosas. Tomaría un avión a la velocidad de la luz y al romper la barrera del sonido desearía volver al lugar en el que todo cambió. Pero, ¿alguien me aseguraría que todo fuese a estar mejor a mi vuelta al presente? No tengo poder sobre ti, ni un poco para ayudarte. Tan solo pido que el que fue mi mejor amigo consiga salir de la oscuridad en la que ha caído. Pero en vano... 

Ojalá tuviera luz en mis manos y con ella pudiese borrar todo el dolor que llevo tiempo viendo en tus ojos cuando me miras. Una vez más, estás fuera de mi alcance. Y siento que la culpa me sume por no poder ir más despacio de lo que viajo por esta vida, con los sueños como únicos compañeros de viaje y el caballero de ojos de cielo sobre el dragón escarlata como única meta. Tú fuiste el "amigo de los caballos" y te nombré Príncipe. Ahora que acepto mi destino me arrepiento sólo por ti. Pero hay batallas que sólo las debe combatir un guerrero. Espero que en ésta que se libra en la tierra que ahora dejo, al final de la noche seas tú el que quede en pie para recibir el día. Pues para entonces seré yo el que te espere a ti para darte la bienvenida a esta nueva vida.

sábado, 23 de abril de 2011

Ya está amaneciendo



Atrás quedan las sinfonías sin voz, los caballos que una vez fueron amigos y también la necesidad de tomar como rehén a una hoja afilada y forzarla hasta cortar la carne. Como un eco tardío todavía se pueden sentir en esta casa los momentos en los que mi alma se retorcía de dolor dentro de su prisión, cubriendo de palabras páginas y páginas con tinta roja que manaba de mis venas. Fantaseaba con el fin del mundo porque no tenía valor para terminarlo yo mismo. Pero entre las altas torres ya amanece, y se puede escuchar, aunque todavía como un leve zumbido, el clamor de los cuernos que anuncian el comienzo de una nueva era, una era que me arranca de la noche directo hacia un amanecer constante.

He vivido en el frío de las calles bañadas por la tenue luz de las farolas, sumido en el temor de que entre aquéllas a las cuales no tocaba habitaban seres que podrían llevarme directo a la perdición. Con las manos en los bolsillos como única protección, simulaba con una sonrisa forzada noche tras noche que este mundo era el mío. Sin embargo, todavía añoraba el sol, ese que durante la eterna noche no existe; la luz es artificial. Los sueños eran los únicos que me podían acercar un poco al recuerdo del día y a su vez, a Él. Entre demonios y bestias nocturnas que me sonreían y me chupaban la energía, me escondía para leer y escribir acerca de su mirada, aquella que no era oscura como la del resto en la noche, sino azul como el más radiante de los días de verano. ¡Oh!, el verano. Tampoco había verano si no había luz, sólo frío, viento y oscuridad. Los recuerdos de una vida ya casi olvidada eran los únicos que me hacían continuar caminando, alimentándome cada día de ellos aunque fuera muy poco. Eran el pan y el agua que mantenían con vida a un pobre desertor de su mundo. Pero, ¿cuál fue mi crimen? Escogí la vía fácil, sí, pero quién no lo hace hoy en día. La guerra había acabado y habíamos perdido demasiado. ¿Por qué diablos preocuparse por un futuro si teníamos en nuestras manos el presente? Oh, sí, pero al presente lo habíamos matado entre todos los seres humanos una noche de borrachera y muchos dejaron de preguntarse por lo que vendría. Éramos vasallos del pasado y así nos sumimos en la noche eterna, con el dinero y el cadáver de nuestra alma en respectivas manos.

Y en ese contesto las respuestas surgieron sin esperarlas. Di con los libros y las personas adecuadas, creando de este modo un pasaje de vuelta a la verdadera realidad. No quise seguir siendo uno más que camina por la noche sin cuestionarse porqué lo hace, y volé. Para entonces ya lo había comprendido, sabía qué era lo que tocaba ahora y cómo debía actuar. Mi alma volvió a pertenecer al sol y supe decir basta a la mano que me llenaba la botella de sangre ajena. Entonces abrí los ojos y vi que a mi alrededor a la gente no le importaba. Ya no pertenecía a este mundo, era digno de la luz otra vez. Y aquí estoy ahora, caminando hacia un amanecer, con un sol radiante que me acaricia la cara, pálida por los años de oscuridad, y ciega mis ojos harto acostumbrados a la luz tenue. Y ahí está Él también, a lomos de su dragón encarnado, con una mano en alto saludándome y la espada del rey en la otra, siendo el primero en darme la bienvenida de nuevo a mi hogar. Con el sol alzándose a lo lejos, él avanza hacia mí y voy descubriendo de nuevo sus rasgos, olvidados hacía años a causa del dolor. Pero sus ojos son tal cual los podía recordar, y sí, me dan la misma vida que pensaba me darían, con ese color azulado que tiñe mi corazón de esperanza.

Se acabó la noche. El día ya comienza.

sábado, 16 de abril de 2011

Vidas paralelas



Hay un anciano que lleva los kilos equivalentes a la suma de todo el dolor vivido en arrugas en la cara, su espalda encorvada por el peso de los años y la mirada abultada de tantas lágrimas derramadas. Se puede percibir el cansancio en sus ojos, aquellos que en un momento de su vida fueron marrones y la gente solía decir que estaban llenos de vida. A esa gente le gustaba que él los mirara directamente a la cara, pues siempre lo hacía. Transmitía con cada una de sus miradas la fuerza de su espíritu y la inteligencia que había labrado con años de duro esfuerzo entre páginas de libros. En su dedo anular, como bien suele ocurrir con mucha gente de esta edad, todavía descansa el anillo de boda como la espada clavada en la piedra de la que sólo el elegido puede arrancar, pues una vez él fue el que lo puso en su mano sumando a ese hecho una promesa. Pero ésta se rompió por caprichos del destino, y ahora el anciano viaja sólo por su mundo en declive, sin otro apoyo que el de el cartón de vino que descansa entre sus zapatillas raídas y las monedas que caen en la noche fría. El único compañero que le queda es un libro en el que todavía continúa escribiendo, aquél que una vez por su cumpleaños una amiga le regaló para que escribiera “sus mejores pensamientos”. Pocas páginas en blanco quedan ya, pero por rutina, vuelve a escribir su nombre una vez más.

Cuando se haya muerto, ese anciano de muchos cederá su cuerpo al olvido. Lo único que quedará de quién fue una vez será aquel libro negro, ya por fin terminado. Éste caerá en manos de alguien que sepa apreciarlo, pues ese es su fin. Y cuando él o ella lo lea, sabrá que una vez perteneció a un muchacho soñador que solía escribir delirios sobre almas gemelas, islas perdidas en el océano, dragones con escamas brillantes como rubíes, un príncipe de fuego y, sobre todo, ángeles. Será entonces cuando la historia de lo allí narrado será contada a todo el mundo, todos conocerán su vida, los libros sobre él colmarán estanterías que continuamente estarán reponiéndose. Pero sólo la persona que lo haya encontrado sabrá que ese no era el sueño del anciano que una vez había sido un muchacho soñador. Su sueño habría sido el de vivir una vida normal como la de cualquiera, formar una familia junto al hombre al que siempre había amado, hacerse escritor y llenar estanterías con su propio nombre, tener hijos y nietos y enseñarles hasta el día de su muerte todo cuanto en los libros pudo él aprender. Y entonces, esta persona que encontró su libro llorará y la barrera del tiempo y el espacio se romperá para engendrar una realidad paralela en otro universo. Y en ese nuevo mundo el anciano tendrá la oportunidad de volver a ser un muchacho, con la única diferencia de que esta vez estará guiado por una fuerza divina que lo lleve por el buen camino. La paciencia será un don del que ahora podrá gozar. Tendrá una nueva oportunidad para soñar y vivir.

sábado, 9 de abril de 2011

Ángeles de la guarda



Una noche más estoy despierto y escribo para echar fuera de mí los recuerdos que en cuanto cierro los ojos no me dejan dormir. Ya es harto sabido que este momento es mi catarsis, donde dreno todas las emociones del día y las pongo todas boca arriba encima de la cama, para entonces poder analizarlas y comprenderme un poquito más que ayer. Pienso en Jesús, en los sacrificios que hizo y si valieron la pena, después de todo. Pienso también en las vidas separadas que ahora mis padres han tomado, dividiendo así también la mía, por si acaso aún no estaba demasiado dividida ya. Pienso en el Príncipe de los Caballos, al que he dejado en su reino para ser feliz; Dios sabe que mis mejores deseos están dedicados a él, pero todavía no ha llegado el momento para nosotros, y puede que ésta no sea la vida en la que éste vaya a llegar. Pienso en mi abuelo, que está sentado a mi lado en la cama, con su cuerpo invisible lo noto enjugar las lágrimas que erosionan mi cara a menudo y ahora; su energía positiva impide que la marea me llegue a cubrir por completo. Pero también pienso mucho en ella, y sobre todo en cómo hubiese sido de no haberse muerto...

Si estuviera viva yo continuaría tocando el piano, sé que hubiese impedido que su sonido abandonase nuestra casa. Incluso para sus tres años menor que yo, sería más inteligente que la suma de toda la familia. Para cumplir con los genes de la familia, sería alta, morena de piel y quizás también de pelo, y le gustaría cantar (creo que puedo imaginármela acariciar mis oídos con su voz mientras mis dedos se deslizan por las teclas del piano y mi garganta deja escapar algún que otro sonido tímido). Si ella viviera también lloraría la muerte de nuestro abuelo, pero me tendría a mí para compartirlo. Sería la primera en leer cada uno de mis textos y en saber cómo evoluciona esa historia sobre una isla en un mundo semejante al nuestro. Sé que ella comprendería qué intento expresar cuando hablo de universos paralelos y reencarnación. Pero sobre todo, si ella no hubiese muerto, mi madre continuaría en casa esperando a que llegara la Semana Santa para recibirme con una de sus comidas; entonces no tendría que enfrentarme al vacío que habita allí, sin discusiones tontas ni una mano femenina que avive el color de la vida. No. Si ella hubiese nacido las cosas hubiesen sido diferentes, seguirían mal (puede ser), pero al menos no habría tanto vacío en una casa que ha oído tantos llantos. Seríamos cuatro en lugar de dos.

Una vez leí un libro sobre reencarnación en el que (lo voy a contar resumido) a un psiquiatra se le había muerto un hijo con apenas tres o cuatro añitos. En un estado hipnótico, una mujer en consulta le dijo que ese niño había tenido que sacrificar su vida para salvar la de su familia, pero que allá donde se encontraba era feliz. No sé si mi hermana tuvo que sacrificar una vida para salvarnos a todos nosotros, lo que sí sé es que todavía soy incapaz de averiguar hasta qué punto nos salvó su acción. Pero que tuvo un sentido lo tengo claro, no me importa si muchos no lo ven así, yo lo siento. Porque ella también está aquí, su esencia agarra la mano de mi abuelo y ambos hacen que me gire por la calle a mirar de dónde vienen los ruidos que escucho tras de mí. Ellos son mis ángeles de la guarda. Ella murió por mí y no voy a dejar que la vida pase por delante de mí sin haberla aprovechado. Una profesora nos dijo que la felicidad es la ausencia de miedo. Pues bien, no tengo miedo porque todo va a salir como tenga que salir.

Las causas de la muerte de mi hermana, o no nacimiento según como se mire, me las voy a guardar, a pesar de que son para gritar injusticia a los cuatro vientos y arrancar el estupor de algunas caras que yo me sé. Pero por respeto a mi madre no lo voy a compartir con nadie. Tan sólo quería que alguien supiera que yo no iba a ser hijo único, y que a mis veintidós años conozco más secretos familiares de los que muchos conocen con cuarenta o más. Sólo quería que alguien supiera que había una niña a la que yo iba a dar nombre. Su nombre es el motivo por el que todavía me queda mucho por escribir, decir y hacer. Ella es Alba.

viernes, 1 de abril de 2011

El Príncipe de los Caballos



Este mediodía me levanté con dolor de cabeza y el sol en los pies. Por la cabeza me rondaban las letras de esa canción que denotaba que me había pasado la noche entera soñando con el Príncipe de los  Caballos, a pesar de que hoy por primera vez en mi vida no me acuerde del sueño. Los labios los tenía secos y doloridos y en el corazón una sensación extraña que no dejaba de hacerme poner canciones ñoñas. Pero hoy no me apetece pensar, ponerme a analizar cada uno de mis sentimientos y soñar con un futuro mejor. El futuro ya no existe y el pasado se ha caído en un pozo olvidado. Esta cama es para dos, pero me da igual, puedo afirmar sin error a equivocarme que soy feliz (no lo estoy, sino que lo soy). Hoy que he vuelto a rehacer mi vida, me doy cuenta de que la respuesta estaba frente a mis ojos. He logrado verla y todas mis palabras escritas y los errores cometidos los últimos años cobraron sentido. La magia ha vuelto a mis manos y la música a mi voz, vuelvo a ser el niño que antes soñaba con aquella isla encantada, una especie de Nunca Jamás en la Tierra. Creía que no me quedaba nada que me pudiese arrancar una sonrisa, pero el sol acudió en mi ayuda para iluminar a esas personas que nunca faltarán y que hacen que este viaje sea menos doloroso. Y ahora sé que no hay que preocuparse por el cuándo, porque hay respuestas que llegan y no se pueden anticipar ni prever.

Estaba encerrado en un mundo de oscuridad y creía que la pena era lo único que me hacía escribir. Una celda repleta de palabras que describían mi propia alma era lo único que tenía. Nada ha cambiado cuantitativamente en mi vida desde entonces, pero he logrado salir del infierno y ahora me aferro a los rayos del sol, que inspiran con su calor y su luz cada una de las palabras que imprimo a la historia. Dentro de mí corre la magia de la felicidad, mi forma de ver la vida ha cambiado. El Príncipe de los Caballos puede que tenga su reino y que yo no pertenezca a palacio, tan solo soy un brujo de la corte a los servicios del rey. Sin embargo, ahora no me preocupa. Puedo vivir con este corazón a pesar de que pertenezca a otra persona. Mi meta ahora es seguir formándome en la vida, para que llegado el momento no sea un simple brujo, sino el Merlín del que el Príncipe de los Caballos una vez ya hecho rey no podrá evitar enamorarse.