Miro por la ventana y puedo
apreciar tu acuarela pintada con delicadeza en ese cielo que
continuamente nos observa y nos protege de la oscuridad más arriba.
Los astros son cada uno de los ojos que empleas día y noche para
vigilar que tus hijos estén bien, que cada uno de nosotros nos
encontramos en el lugar en el que debemos estar. Los ruidos aquí
abajo somos nosotros, demostrándote que continuamos con vida a pesar
de las inclemencias de las que hemos sido víctimas durante tantos
años, muchas de ellas obra de nuestras propias manos. Y a pesar de
todo, el ciclo vital continúa, y tú sigues aquí, en cada uno de
nosotros gritando: «bien, sigo consiguiendo manteneros con vida».
Pero no son los daños que
entre todos te hacemos los que ahora me preocupan, sino los errores
que yo he cometido al caminar por tu piel. Reconozco al fin que he
pecado de un comportamiento muy pueril, creyéndome que todo lo
podía, que todo lo que opinaba era lo mejor, que yo era perfecto
como me había hecho el vivir en tu cuerpo... Me avergüenzo de solo
reconocerlo. No me voy a escusar, sólo a reconocer mis pecados,
aquéllos que más me corroen por dentro en esta tarde bajo tus
cielos y envuelto por tu aire que me arranca sudor de la piel. En mi
camino has puesto personas que yo he sabido expulsar con destreza. Me
he convertido en un experto en quedarme solo, ahora lo comprendo. Por
fin entiendo porqué duermo sólo amparado por ti, sin un brazo que
se extienda bajo mi cabeza a modo de almohada, u otro oxígeno
respirado en mis labios que no sea el que tú nos aportas a todos, o
mismo una voz que me despierte con dulzura, no siendo tus pájaros
molestando en mi ventana. He mirado hacia atrás y he recorrido con
la mirada todos los pasos dados los últimos años, y sí, han sido
muchos de ellos erráticos. Ese es mi mayor defecto y la condena que
padezco es harto merecida.
Te pido perdón, Mundo, por
haberme otorgado tantas oportunidades para ser feliz y no haber
sabido apreciarlas, por haber pecado de egocentrismo y no haber visto
que en el corazón del resto de tus hijos también hay dolor y pesar.
Con los dedos cálidos de tu hermano Sol rozándome la pierna
mientras escribo esto siento que el frío de mi actitud se desvanece,
que comienzo a ser consciente de lo que he estado haciendo todo este
tiempo, de cuan ciego he estado y no he podido ver que habrían
sacrificado mucho por estar a mi lado; a ellos les pido perdón, a
mis amigos y familia les doy las gracias por seguir ahí a pesar de
que a veces mi carácter ha sido insoportable. Todavía le busco
sentido a mi actitud, supongo que los problemas en casa han sido
siempre muy notables, a pesar de que los reprimiese. No es una
escusa, pero al menos no me hace sentirme tan mal.