El autobús había salido de madrugada
de la ciudad y el mar quedaba ya tras su camino. Con el trascurso de
los kilómetros, los árboles que cubrían las altas montañas,
haciendo parecer su aspecto a un manto verde, habían ido manteniendo
las distancias entre cada uno de ellos; pasando de compartir raíces
a ni siquiera llegar a tocarse aunque vientos huracanados agitasen
sus ramas. Algunos incluso habían rendido sus copas al suelo y
éstas se dividían en tres ramas grandes que se alzaban al cielo
para luego descender, dándole el aspecto de tres grandes garfios con
sendas ramas menores con hojas. Las montañas se estiraron en largas
llanuras que se besaban con el cielo en el horizonte y la tierra
parecía recién arada, sin hierva ni plantas; aunque lo más
acertado fuera jurar que en aquella tierra no había crecido hierva
alguna desde hacía tiempo. El poco rastro de agua en sendos lados de
la carretera eran aquellos caminos profundos por los que el agua de
la lluvia o mismo un pequeño riachuelo habían serpenteado con su
cuerpo de agua, lodo y cantos rodados; pero aquello también parecía
pertenecer a un tiempo lejano. En el cielo se podían ver diminutos
puntos negros que describían círculos en un fondo que con el paso
de las horas de la mañana era cada vez más azul. El gris había
dejado paso a un cielo despejado. Mi tierra quedaba ya atrás y me
parecía que algo de mí también lo hacía.
Y no sería el sueño el que se fuera
quedando atrás a hacerle compañía a las montañas, pues llevaba un
par de días sumido en un malestar corporal tal que juraría que las
resacas comienzan a durar más de un día. Tampoco las preocupaciones
que me rondan por la cabeza, ni la música constante, ni los
anhelos... Sin embargo una nueva amiga se había sumado a estos en la
última parada: la necesidad. Digo que era nueva no porque no la
conociera de antes, sino porque era raro que se quedase conmigo más
de un día. Esta nueva amiga me insta a una reinvención inminente en mi vida. La necesidad de un cambio en ésta y en mi actitud me hace
reconocer que la culpa de mi situación es sólo mía, y que si de
verdad quiero lo que busco debo empezar realmente a buscar, no a
decirlo simplemente. Pero no se trata de algo tan etéreo como la
felicidad lo que busco, sino de una meta más alcanzable a corto
plazo: sentirme bien sólo; y para ello tengo que empezar por
contemplar mi vida como algo que puedo construir sin ayuda de nadie,
sólo con mi determinación. Reconozco que el viaje me ha traído de
vuelta a una ciudad a la que no me apetecía volver a consecuencia de
los acontecimientos del año pasado. Creía que si volvía las cosas
irían a su vez mal, como la progresión de excesivo verde a sequía
que había visto en el trayecto en autobús. Pero ese modo de pensar
no se corresponde con alguien que ha decidido luchar; ya no se
corresponde conmigo. Mi vida venía teñida de blanco y negro, como
fotografiada con una cámara antigua, de esas en las que el revelado
es más elaborado de lo que uno está acostumbrado a ver en las
películas. Ahora el tono de mi vida es más claro, como si el sol se
colase en cada una de las instantáneas que de ella saco, tiñéndola
de rosa, naranja y azul.
A veces volver a tu pasado, a todo aquello que dejastes atrás, no es tan malo porque con el paso del tiempo aprendes a ver las cosas de distinta manera :)
ResponderEliminaryo vuelvo constantemente a mi pasado tratando de que no me atrape.
ResponderEliminarel otoño parece que ha llegado antes de tiempo a tu blog...SALUDOS AMIGO!!
Marcos: Tienes razón, a veces vuelves y lo ves todo más objetivamente.
ResponderEliminarManuel: El otoño ha llegado antes de tiempo a mi vida, amigo.
Un saludo y una abrazo muy fuerte a los dos
Gracias!
Éramos amigos y nos hemos vuelto extraños. Pero está bien que sea así, y no queremos ocultarnos ni ofuscarnos como si tuviésemos que avergonzarnos de ello. Somos dos barcos y cada uno tiene su meta y su rumbo; bien podemos cruzarnos y celebrar juntos una fiesta, como lo hemos hecho - y los valerosos barcos estaban fondeados luego tan tranquilos en un puerto y bajo un sol que parecía como si hubiesen arribado ya a la meta y hubiesen tenido una meta. Pero la fuerza todopoderosa de nuestras misiones nos separó e impulsó luego hacia diferentes mares y regiones del sol, y tal vez nunca más nos veremos - tal vez nos volveremos a ver, pero no nos reconoceremos de nuevo: ¡los diferentes mares y soles nos habrán trasformado! Que tengamos que ser extraños uno para el otro, es la ley que está sobre nosotros: ¡por eso mismo hemos de volvernos más dignos de estimación uno al otro! ¡Por eso mismo ha de volverse más sagrado el recuerdo de nuestra anterior amistad! Probablemente existe una enorme e invisible curva y órbita de estrellas, en la que puedan estar contenidos como pequeños tramos nuestros caminos y metas tan diferentes -¡elevémonos hacia ese pensamiento! Pero nuestra vida es demasiado corta y demasiado escaso el poder de nuestra visión, como para que pudiéramos ser algo más que amigos, en el sentido de aquella sublime posibilidad. Y es así como queremos creer en nuestra amistad estelar, aun cuando tuviéramos que ser enemigos en la tierra.
ResponderEliminarFriedrich Nietzsche. La gaya ciencia