¿Cuánto tiene
que durar un abrazo? No, mejor: ¿cuánto tiene que durar un abrazo
tuyo para ser suficiente? No sé si estoy enamorado de ti, o el
término ya se hace pequeño para definir esta dependencia. Lo pienso
objetivamente y sé que no debería, pero por todos es sabido que el
“corazón” manda sobre la razón. Te has anclado en mi ser con
tal fuerza que todas las artes de este joven aprendiz de brujo no son
suficientes para erradicarte. Soy débil a tu recuerdo y a las
fantasías que invento, aquéllas en las que tú me quieres también.
Me avergüenzo de
mis sentimientos. No debería amarte. Pero si alguna vez me preguntan
si he querido a alguien de verdad, no pensaré en ninguno de mis
amantes. Cada golpe en la vida, cada desengaño amoroso, cada noche
vacía de calor en mi cama me llevan a ti, a tu recuerdo. Ya no sólo
te amo, sino que dependo de ti, mi vida entera es un continuo ir y
venir a tu mirada.
Y no lo entiendo.
No es justo...
La realidad
objetiva se vuelve a colar en mi cabeza y me arrastra hasta la desesperación. Ya no puedo olvidarte. No podré jamás, pues eres el
amor de mi vida. Tan sólo me queda la pueril esperanza de que algún
día alguien me haga sentir lo mismo que tú; y aunque no llegue a
borrarte, te conviertas en una etapa de mi vida que ha hecho madurar
a éste Pequeño Débil.