miércoles, 9 de febrero de 2011

Los Levi's desgastados y el cigarro de después


Anoche, en el momento en el que caí rendido en la cama, tuve una visión sobre ti, un delirio producido por el cansancio que se mezcló con mis sueños hasta crear un entramado de sensaciones que ahora soy incapaz de separar de la realidad o de la irrealidad. Fue en un estado de conciencia intermitente, semejante a la duermevela, en el que te vi sentado dentro de tu coche. Tenías los pies sobre el salpicadero, como si estuvieras descansando. Las suelas de tus zapatos estaban gastadas y agarrabas un tobillo con la mano en la que sueles llevar el reloj que te regalaron tus padres hace años por tu cumpleaños. Ibas bastante elegante, con una americana y camisa blanca, pero tu cara no reflejaba lo mismo. No te habías afeitado y el pelo rubio se te caía por la frente, enmarañado como una enredadera que cae por la fachada triste de una casa abandonada. Vi que algo te preocupaba, pero no supe deducir de qué se trataba. ¿Por qué ibas así vestido? Los rayos quejumbrosos del ocaso cruzaban la luna delantera de tu coche, otorgándole a tus ojos azules un destello anaranjado que me hizo recordar aquella playa por la que solíamos pasear y en la que el mar y el sol se fusionaban al atardecer, mientras me besabas. Y fue entonces cuando tuve esa sensación que poco después me despertaría y me haría vomitar. Sentí que me estabas olvidando, que ya habías decidido rendirte. Una serie de imágenes pasaron por delante de mí, imágenes de todo este tiempo que llevamos separados. Y te vi avanzar, vivir tu vida sin mí. Incluso pude ver que igual tu corazón ya palpitaba por otro y que sobre tu mesilla de noche ya no descansaba el ejemplar de “1984” que una tarde te regalé. El dolor fue tan grande que en el sueño (si se le puede llamar así) me vi a mí mismo separar la mirada lejos de tu cara. Luego escuché la puerta de tu coche cerrarse tras de mí, oí cómo las piedras crujían bajo tus zapatos gastados al acercarte, y cuando me volví para mirarte, sólo me dijiste una cosa: «no caigas tú también en esto».

Creo que ahí fue cuando me desperté, aunque no puedo asegurarlo. Solo sé que es lo último que recuerdo del “sueño”. Pero incluso consciente, aquella angustia me oprimía el estómago. No dejaba de ver tu expresión llena de tristeza mirarme y repetir una y otra vez esas palabras que tanto me torturan y que no logro encontrarles sentido. Entonces no tuve más remedio que correr hacia el baño...

Me pregunto de dónde podrías venir tan arreglado, o más bien, por qué te “soñé” así. ¿Porqué esa cara tan desaliñada? Quisiera saber qué significaba tu mirada perdida en la caída del sol y esos ojos tristes que en un tiempo ya viejo, con sólo mirarlos, constituían mi alimento para vivir. Pero, a pesar de todo, no vale la pena pensar en esas cosas, pues no fue más que un sueño resultado de un largo día de estudio y una mente demasiado cansada, y del conglomerado de sentimientos que sí son completamente verdad: que echo de menos tus Levi's desgastados, tu mirada perdida cuando te cruzaste conmigo por primera vez en la calle, el tacto de tu pelo húmedo cada noche cuando te metías en la cama, el tatuaje de tu brazo, el cigarro que te fumabas después de hacernos el amor y que yo tanto odiaba, tu camiseta blanca rota por debajo de un sobaco que sólo usabas para dormir y el vibrato de tu voz cuando me susurrabas «buenas noches, pequeño».

“Pequeño”, siempre me llamabas. Ya nunca nadie lo ha vuelto a hacer. Lo echo tantísimo de menos que hasta mi inconsciente me tortura con momentos ficticios como éste.

5 comentarios:

  1. Me encanta como escribes. Cautivas con cada entrada.

    Un saludo :)

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  2. Hola Pablo.Cuando nuestra mente se libra de la rutia diaria y se recuesta a descansar un poco es cuando acude y vuelve a lugares donde se sintió a gusto.A sitios donde fue feliz.
    Muy bonita tu descripción.Tu sueño tan verdadero.
    Saludos amigo!!

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  3. Victor: Gracias, comentarios como el tuyo son los uqe me motivan a seguir escribiendo cosas que pueda publicar (no todo se puede hacer público) xD

    Manuel: Se dice en el ámbito de la psicología que cuando dormimos y también cuando nos quedamos embobados (que parece que no estamos haciendo nada, tan solo parecer distraídos), nuestro cerebro trabaja más. Pero es en el primero de los casos en el único en el que el cerebro delira, como una especie de mecanismo de defensa contra todo lo que tenemos que soportar durante el día y que nos protege de caer en la locura. Supongo que en eso caigo yo muchas noches y me dejo llevar por la sinfín de sentimientos que despierto no podría soportar.


    Un saludo a los dos!!!

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  4. Tu y tus sueños. Haces que parezca que los sueñe yo al escribirlos.
    Bueno, ya te han dicho muchas veces que escribes genial, así que por que te lo diga yo otra vez no pasa nada: escribes genial.

    ¡Un abrazo y mucha suerte~ !

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  5. Muchas gracias Shinrei!!
    Un abrazo enorme!

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