domingo, 29 de mayo de 2011

Física cuántica

 Paris Je T'aime



Veo los dedos luminosos que el sol cuela entre las nubes y pienso que ahí está la mano de Dios. Desearía que me tocaran en esta tarde tan llena de pensamientos contradictorios y aportase un poco de lucidez a mi cabeza.

Mis ojos comenzaron a llorarme sin motivo hará una media hora. Comenzó con un picor leve, pero que luego provocó que mis mejillas se mojasen con surcos de lágrimas. Mi mente adormilada tuvo la genial idea de sorprenderme pensando que él estaría llorando en aquél mismo momento, por eso yo también lloraba. Es como la física cuántica, un electrón que puede estar en dos lugares a la vez, solo que en este caso es un alma que está en dos cuerpos diferentes. O eso es lo que pensé entonces. Pero ya digo, como en muchas otras ocasiones, incluso a mí me sorprendió el haberlo pensado.

Hay un sentimiento que no cede a la razón, y es el de que él me falta para completarme. Y lo percibo, a veces cuando me quedo ensimismado puedo sentirlo dentro de mí, por todo mi cuerpo, como si llenase cada pedacito de carne. ¡Parece de locos!, pero él está unido a mí de algún modo. Y sé que físicamente no está cerca, la distancia es algo que ya tengo superado, pero también creo, y esto es lo peor de todo porque me genera un miedo atroz, que aunque lo tuviera delante de mis narices no sabría reconocerlo. La experiencia ha creado una nebulosa frente a mis ojos que me impide ver más allá de mi propia idea que de él tengo. Aunque, bien puede ser que se trate sólo de un miedo sin sentido, como todo buen ser humano posee (desgraciadamente).

Aunque en contraposición, quizá sea así como todo tiene que ir en mi vida, son estos los caminos que tengo que tomar y los errores que cometer para seguir llorando y crear más nubes frente a mis ojos. Quizás es así como llegado el momento, me halle preparado para recibirlo a mi vida sin sentir dolor por su perfecta fusión conmigo, pues hasta lo bonito puede dañar. Sino que se lo digan al sol, o mejor, a nuestros ojos cuando lo observan. Observar todo su poder nos daña la vista. Sin embargo, el sol visto entre las nubes es blanco y no daña...

jueves, 19 de mayo de 2011

Al fin, su nombre



Su nombre se ha diluido con alcohol en mis venas. La misma certeza que tenía antes sobre él se ha borrado con las constantes subidas y bajadas de mareas emocionales en mi corazón. Ya no hay ganas de encontrarlo ni motivación ni fuerza en mi corazón, tan solo una apatía extendida por todo mi ser. La incertidumbre cayó sobre mí como la sombra de un gran coloso y cubrió la luz que habitaba en este cuerpo. Ahora todas las luces de la magia están apagadas y ya sólo queda el camino fácil de los mortales, con un único fin seguro. Se han terminado los días en los que soñaba con él con cada canción y todas las lágrimas estaban dedicadas a sus ojos. A mi favor puedo decir que he perdido el miedo, pero se trata también de una hoja de doble filo, pues a su vez te sume en el estatismo; tan sólo te deja como una roca, un humano más que no supondrá nada para la historia de la eternidad. Ya no tengo la fuerza para cambiar este mundo, pues a pesar de haberlo escogido, ya no es mío. En mi cabeza poco queda del otro universo y de la magia que habita en él, y lo poco que queda lo dedico a escribir y a soñar con otro amor que nunca caerá en mis brazos, pues su “Ginebra” lo completa; o con el otro, que puede viajar kilómetros para venir a verme y hacerme sentir que a pesar de todo soy un joven con suerte. Pero ninguno de ellos ni de todos los demás es él; nadie puede sustituir la magia que fluía de mí en sus brazos, en un tiempo ya olvidado para muchos. Mi alma se encuentra ahora disociada y repartida por este país en manos de demasiadas personas. Pero el problema no reside en que no sepa qué camino tomar (una vez más), sino en que no sé si el pedazo de alma que poseo me pertenece a mí o a él, a mi amor de ojos azules.

He estado ciego por este mundo, me he encariñado con él. Sin embargo, no puedo olvidar que no pertenezco a él ni a nadie que habite aquí. Mi corazón todavía siente, ansía, espera el verdadero amor por el que todavía late. Y su nombre reverbera una y otra vez, resuena y con cada vibración de voz lucha por mantener con vida al menos una ínfima parte de la luz que habitaba en mí. Él es Jacobo, y aún me está buscando, pero no me encuentra porque camino con los ojos ocultos, sin permitirle a nadie que vea dentro de mi alma y me reconozca. Si alguien lo ve, que le diga que he caminado hacia el amanecer, pero que otro me esperaba en su lugar.

sábado, 14 de mayo de 2011

Siete días




Cerré la puerta del coche con el eco de tu abrazo todavía aplastándome el vientre. Mientras introducía la llave y hacía callar la radio te vi caminar despacio y con la cabeza agachada; “paseniño” se dice en mi tierra. Me entraron ganas de gritar tu nombre, que te dieras vuelta y me volvieras a abrazar. Deseé en ese momento que el mundo se parase a mirarnos, dos más que se habían abierto el alma, y contemplara el capricho del destino que nos llevó a conocernos sin darnos oportunidad de poder disfrutar de otra noche que replicase todo lo anterior. Pensaba que volver a prenderle fuego a las sábanas iba a ser algo meramente imposible.

El camino de vuelta no lo hice yo, creo que el coche condujo sólo esa media hora. Mi cabeza volaba entre un niebla espesa que impedía ver más allá de ti, que estabas frente a mí con tu cara de niño y tu sonrisa perfecta. Nene, esa noche y la mañana siguiente fueron extrañas, llenas de sentimientos contradictorios acerca de lo ocurrido, no sobre ti. Una vez más me digo que para una vez que alguien vale realmente la pena, no puede ser. Sería muy arriesgado, y estaría dispuesto al riesgo si no fuera por lo complicado de la situación. Pero de momento en siete días yo no voy a estar aquí sentado solo, pues tus manos volverán a tocar mi espalda, tus labios a rozar mis orejas y tus piernas a enredarse con las mías. No puedo evitar pensar en qué vendrá después de eso, soy así. Pero sé que no es bueno hacerlo, así que reprimo los pensamientos. Que sea lo que tenga que ser, yo continuaré el camino para bien o para mejor. Dios sabe que pensar en tu cara es la prueba que tengo de que los fantasmas del pasado se han marchado de aquí (me toco la cabeza con el índice). Los sentimientos son la marca de que es real, eso es lo que te debo.

martes, 3 de mayo de 2011

Parte del camino



Ya está. Ha terminado de amanecer y yo he conseguido alcanzar la playa antes de que el sol se alzase sobre la bóveda celeste. Las huestes de la noche quedan ya atrás, junto con el dolor y la soledad; sobre todo ésta última. ¿Y qué hay ahora? Pues el sol y el sonido de las olas rompiendo bajo nuestros pies. Y no estoy solo, me acompañas tú y la esperanza que despertaste dentro de mí.

Conociste a una amiga mía mientras caminabas con tu mochila hacia Santiago de Compostela y ella tuvo la feliz idea de creer que eras para mí. Me armé de valor y quise conocerte, sin esperar que fuese a ser como fue. Reconozco que a mi amiga le dije que lo hacía por mí, que hasta entonces no había podido conocer a nadie nuevo pero que ahora había superado mis fantasmas del pasado y que estaba dispuesto a un cambio en mi vida. Era el momento idóneo para conocerte. Sin embargo, a medida que te escuchaba hablar lo demás desaparecía; el pasado quedaba oculto en la noche que dejo atrás, los amores no correspondidos perdieron peso al convertirse en plumas que una ráfaga de viento se llevó, y el dolor que sufro en el presente por otros motivos se borró con el barrido del sonido de tu risa. Cada palabra tuya hacía que me gustaras más. Tienes carisma, inteligencia y es imposible no cogerte cariño. A medida que pasaban las horas el lenguaje corporal se hacía más evidente y terminamos en un sofá, yo con tu mano entre las mías. Nos costó lo nuestro, pero supongo que ambos queríamos estar seguros de quién era el otro. Entonces sí, nos besamos.

Fueron tres días, pero los suficientes como para cambiarlo todo. Me confesaste la primera mañana que no eras de mostrar tus sentimientos, que te costaba. Sin embargo, te pasaste las dos tardes siguientes haciéndolo. Supongo que eso tiene su mérito, al menos porque ambos despertamos cosas ocultas en cada uno. La playa fue testigo de nuestros besos y abrazos hasta que el sol cayó, pero la luz seguía ahí, brotando de tus ojos. Esa noche me dedicaste “Sex and fire” porque no dejabas de llamarme bones por mi cuerpo delgado y esa canción dice rattling bones. Ya el domingo te despediste de mí, pero yo sabía que no me podría resistir a la tentación de volver a visitarte esa misma noche. Así que dejé que los problemas en casa pasaran de largo y que mi coche me llevara de vuelta hacia la playa, donde me esperabas con un beso y una sonrisa que borrarían de nuevo todo lo demás.

Una de las frases que no olvidaré en tiempo y que quiero que perduren, y que me dijiste según nos levantamos la segunda mañana, fue: “el camino sigue”. Cada vez que la recuerdo me aborda una sensación ambigua, pues no sé si lo que siento es paz por haberme topado contigo en el camino, o angustia porque la vida continúa y tú y yo estamos a distancia. “Eres parte del camino”, me dijiste; tan solo espero ser esa parte que perdura durante tiempo. Espero volver a besarte, sentados en la arena de Riazor. Quiero que me vuelvas a besar en el pecho, en el hombro, en la oreja y en la boca. Deseo que pronto nuestros caminos se vuelvan a cruzar y que ambos formemos parte de un solo camino, pues hacía mucho tiempo que nadie despertaba esto en mí, esta ansia, esta necesidad. Mientras ibas en un tren de vuelta con tu familia y yo ya estaba lejos de casa me confesaste las ganas que tenías de verme. Pues bien, yo también tengo ganas. Y ahí va otra frase tuya, otra de esas tantas que me han llegado al alma: “confio en que si ha de pasar, pasará”.