sábado, 16 de abril de 2011

Vidas paralelas



Hay un anciano que lleva los kilos equivalentes a la suma de todo el dolor vivido en arrugas en la cara, su espalda encorvada por el peso de los años y la mirada abultada de tantas lágrimas derramadas. Se puede percibir el cansancio en sus ojos, aquellos que en un momento de su vida fueron marrones y la gente solía decir que estaban llenos de vida. A esa gente le gustaba que él los mirara directamente a la cara, pues siempre lo hacía. Transmitía con cada una de sus miradas la fuerza de su espíritu y la inteligencia que había labrado con años de duro esfuerzo entre páginas de libros. En su dedo anular, como bien suele ocurrir con mucha gente de esta edad, todavía descansa el anillo de boda como la espada clavada en la piedra de la que sólo el elegido puede arrancar, pues una vez él fue el que lo puso en su mano sumando a ese hecho una promesa. Pero ésta se rompió por caprichos del destino, y ahora el anciano viaja sólo por su mundo en declive, sin otro apoyo que el de el cartón de vino que descansa entre sus zapatillas raídas y las monedas que caen en la noche fría. El único compañero que le queda es un libro en el que todavía continúa escribiendo, aquél que una vez por su cumpleaños una amiga le regaló para que escribiera “sus mejores pensamientos”. Pocas páginas en blanco quedan ya, pero por rutina, vuelve a escribir su nombre una vez más.

Cuando se haya muerto, ese anciano de muchos cederá su cuerpo al olvido. Lo único que quedará de quién fue una vez será aquel libro negro, ya por fin terminado. Éste caerá en manos de alguien que sepa apreciarlo, pues ese es su fin. Y cuando él o ella lo lea, sabrá que una vez perteneció a un muchacho soñador que solía escribir delirios sobre almas gemelas, islas perdidas en el océano, dragones con escamas brillantes como rubíes, un príncipe de fuego y, sobre todo, ángeles. Será entonces cuando la historia de lo allí narrado será contada a todo el mundo, todos conocerán su vida, los libros sobre él colmarán estanterías que continuamente estarán reponiéndose. Pero sólo la persona que lo haya encontrado sabrá que ese no era el sueño del anciano que una vez había sido un muchacho soñador. Su sueño habría sido el de vivir una vida normal como la de cualquiera, formar una familia junto al hombre al que siempre había amado, hacerse escritor y llenar estanterías con su propio nombre, tener hijos y nietos y enseñarles hasta el día de su muerte todo cuanto en los libros pudo él aprender. Y entonces, esta persona que encontró su libro llorará y la barrera del tiempo y el espacio se romperá para engendrar una realidad paralela en otro universo. Y en ese nuevo mundo el anciano tendrá la oportunidad de volver a ser un muchacho, con la única diferencia de que esta vez estará guiado por una fuerza divina que lo lleve por el buen camino. La paciencia será un don del que ahora podrá gozar. Tendrá una nueva oportunidad para soñar y vivir.

3 comentarios:

  1. Precioso.
    Muchos tenemos sueños, los de algunos se acercaran en mayor o menor medida a los del protagonista, o ta vez serán totalmente diferente, pero seguirán siendo sueños que deseamos cumplir. Y sí a la primera no podamos hacerlos reales,tal vez tengamos "una nueva oportunidad para soñar y vivir".
    =)

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  2. Ese muchacho escribe muy bien,tiene sueños que se cumpliran algun día.Ese muchacho que cuelga las bolsas en la puerta cuando llega o duerme con una camiseta blanca llegará lejos.

    Un abrazo grande Pablo!!!!

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  3. Fer: Los sueños son nuestra escusa para vivir. Muchos de ellos nunca se cumplirán porque no se amoldan a nuestra vida, a pesar de ser lo que más deseemos. Pero hay otros que sí se cumplen, porque son las metas básicas en la vida y son los que nos terminan definiendo. Pero de un modo u otro, soñar es un privilegio del que solo los humanos somos partícipes. Y menos mal :)


    Manuel: Lo mismo que le dije a Fer arriba bien te lo podría haber dicho a ti, con el añadido de que debo admitir que soy demasiado ambicioso a veces incluso para soñar. Por ello muchos días me encuentro en la encrucijada de no encontrar sentido a la vida. Pero a pasitos voy aprendiendo que por mucho que se desee algo, no tiene por qué cumplirse. Pero hay que vivir con ello, ¿no?


    Gracias por vuestros comentarios.
    Saludos! :)

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