martes, 21 de junio de 2011

El significado de unas risas




Mientras estudiaba en la biblioteca y a la vez que escuchaba a Adele cantarme bajito al oído, escribí el comienzo de lo que será la siguiente entrada. Decía así:

Por el rabillo del ojo derecho veo a personas inexistentes pasar por mi lado, mientras que por el otro te veo a ti. De vez en cuando me he arriesgado a mirarte y he apreciado tus ojos claros clavados en las hojas sobre la mesa. Y entonces he recordado la risa de aquellos niños.

Con esas palabras me refería al chico que estaba sentado ayer por la mañana a una persona de mí. Considero que las descripciones físicas sobran, pues no es que sea un chico que llame mucho la atención o que destaque; se podría decir que es uno del montón: alto, de pelo negro, ancho de espalda, con unos ojos que se cuelan en mis sueños con su claridad y cuya mirada me hace echarme a escribir... Pero del montón.

La primera vez que lo vi, estaba en un descanso del estudio (uno de los muchos, debo reconocer) con una amiga en el parque de al lado a la biblioteca. Ella hablaba con su madre del cambio de piso y yo me limitaba a descansar la mente. El revuelo de risas, gritos y carreras llegó al poco de sentarnos y nos vimos rodeados por un montón de niños con pañuelos al cuello con un pasador de madera tallada y con un símbolo pintado en negro. Junto a ellos iban un chico más alto que yo y una chica regordeta. No sé cuánto medirá ese chico, pero teniendo en cuenta mi metro ochenta y cinco y que él me sobrepasa... aunque tan solo un poco. Llevaba un balón de fútbol en las manos y jugaba con los niños y niñas a su alrededor. A alguno de ellos lo escuché llamarlo por su nombre y creo recordar que empezaba por J, pero se debía de tratar de un nombre raro, porque no lo reconocí. Pensé en lo adorable que era jugando con los niños y niñas, en lo bien que sabía manejarlos. Confieso que lo que de verdad pensé es en qué buen padre sería. ¡Me río de mí mismo con sólo reconocerlo! Cuando pasaron por nuestro lado, me miró. No fue una mirada tímida, de esas a las que estoy acostumbrado, sino una carente de complejos. No había barreras en su mirar, sólo se limitaba a entrecerrar un poco los ojos por el sol y a mirarme. Me miró esa vez, y cuando jugaba con los niños y niñas también. No se puede decir que aquel chico jugara en mi liga, porque su aspecto y actitud eran muy de hetero. Sin embargo me volvió a mirar otra vez cuando se marcharon. Y aquellas miradas me las guardé para mí cerca de mi corazoncito, como un regalo otorgado en secreto.

Una amiga mía tenía en su habitación de la residencia del año pasado un pañuelo parecido al de aquellos niños, también enganchado con un pasador de madera tallada. Los colores no serían los mismos, pero sí del mismo estilo era el pasador, con la flor de lis tallada. Por eso cuando los vi supe que se trataban de scouts. Y si ellos lo eran, él también. Por eso cuando se marchaban me despedí desde el más puro silencio de mi mente con un: “adiós, muchacho de los scouts”. Y lo olvidé. Pero Dios quiso que me acordase de él para escribir estas palabras que sé que nunca leerá. Tan sólo un puñado de desconocidos sabrán que a comienzos de la semana pasada, cuando entraba una vez más en la biblioteca, me topé con su cara y sus ojos clavados en los míos, sin pudor. Y en ese momento fue cuando me di cuenta de cuan bonitos estos eran: claros, pero no sabría discernir en si eran verdes azulados o del color del cielo. Y tampoco a día de hoy lo sé, tras tantos encuentros por el estilo a las puertas de la biblioteca. Siempre que pasa por mi lado me mira a los ojos, a ningún otro sitio más, pero yo soy incapaz de distinguir su color exacto, su tonalidad escapa a mi percepción.

Y ayer tuve el valor de sentarme a su lado, aunque al final éste quedó reducido a la decisión de dejar un sitio de por medio, que luego otro chico ocupó quitándome la visión de sus brazos. Pero antes de eso yo lo observaba por el rabillo del ojo y escribí aquellas palabras; y él estudiaba, y estudiaba, y estudiaba... Yo cansado de repasar lo repasado no tenía más que hacer que dejar que mi mente volase y fantasease con otro encuentro con sus ojos. Pero me sentí como un idiota cuando no me miraba como yo lo hacía a él, cuando no reparaba en que me había sentado allí por él, porque sabía que llevaba tres días seguidos sentado en el mismo sitio. Y me sentí un estúpido y me lo repetí una y otra vez en el silencio de mi mente. Tonto, tonto, tonto... Siempre soñando... Me sentí con ganas de llorar por haberme permitido llegar a creer que algo podría suceder con aquel boy scout. Tonto, por haber soñado con un beso suyo.

Pero sé que me miró cuando entré por la puerta esta tarde, levantando la cabeza muy levemente. También las veces que pasaba por su lado, junto a su mesa. Y cuando se giró hacia donde yo estaba sentado. Y eso lo cambia todo... incluso el significado de la risa de los niños.


7 comentarios:

  1. Jeje se podría decir que esto es un inicio de película tan posible y a la vez increíble =).
    A ver qué pasa en los días siguientes, puede que las risa de los niños te traigan algo bueno =).

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  2. Sea o no hetero el chico, te corresponda o no en el sentido en que tú piensas, puede ser el principio de una buena amistad. No denuestes esa posibilidad.

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  3. Ya nos contarás como avanza la historia...
    Yo también tuve una historia parecida el cuatrimestre pasado, pero no llegó a nada, ya que antes de mediar palabra dejé de ir a la biblioteca jajaja

    Mucha suerte ~~

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  4. Fer: Sí, parece de película porque yo igual lo puedo estar exagerando un poco... o no... ;) Espero que esto no se quede tan sólo en unas miradas.

    Rai: Sea para lo que sea, la necesidad de conocerlo no me la quita nadie :)

    Shinrei: Eso seguro... y si no lo hago es porque simplemente se ha quedado en esto. Pues entonces me daré prisa para que no me pase lo mismo que a ti, pues en una semana ya no volveré a la biblio... no sé que será mejor :)

    Un saludo a todos!!!

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  5. las miradas nos transforman, nos invaden, nos conducen a mundos magicos y el resultado lo tienes en tus letras...ojala tenga un final feliz y real que nos puedas contar amigo..
    un abrazo PABLO!

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  6. Rai es sabio y lleva razón, no pierdes nada con conocerle, aunque asumas el riego de oirle hablar y desenamorarte, jaja, es broma, intentalo, pero sé prudente.

    Qué peligrosas son las bibliotecas en verano...

    Por cierto, me gusta la frase de Punset que has puesto en el blog!

    Un saludo!

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  7. Manuel: Un final? No, todo en la vida es un punto y a parte que nunca cesa :)

    Daniel: Eso me ha quedado claro de mi experiencia, que el riesgo es necesario, pero con cautela.
    Recientemente leí uno de sus libros("El viaje a la felicidad"), y el mejor creo yo, y de ahí la quité. Te lo recomiendo si estás buscando lectura para verano ;)

    Un saludo!

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