viernes, 11 de noviembre de 2011

Promesas en silencio




Parece que el mar frente a mí ha sido puesto ahí para venir a llevarse las promesas que una vez me hice y prometí cumplir por mi propio bien. Ni siquiera el olor a salitre es capaz de borrar de mi pituitaria el de su colonia, que todavía está presente, como adherida a mi piel. Anoche gritó mi nombre entre la multitud y se acercó a reprocharme el no haberlo saludado. No recuerdo si le estreché la mano o le dí dos besos, pero sí ese olor rememorando acontecimientos de hace dos años: la ilusión del comienzo de una relación, los quebraderos de cabeza que su actitud pasota me creaba, el lado oscuro de mí que consiguió despertar y el final inminente. Él, que tanto daño me había hecho, regresaba a mi lado a hablarme como si de un amigo me tratara. Y yo, tras discutir un poco con él en medio de la calle y bajo una farola, lo dejé entrar de nuevo en mi vida. Sé que ambos cometimos errores, que nos hicimos daño mutuamente y nos dejamos llevar por la inseguridad, pero no es justificable que no hayamos pronunciado ningún perdón. Nos limitamos a hablar y cuando me acompañó a casa me hizo prometer que ahora no desaparecería de golpe. Y la verdad es que desaparecer es lo que me apetece.

Quiero irme lejos, de él y de sus juegos. No me fío y no voy a dejar que vuelva a utilizarme como sólo él supo hacerlo. Afirmó que había cambiado mucho este último par de años, pero ¿quién no? Yo ya no soy el ingenuo que vino a esta ciudad. Sé lo que quiero, y no es a él. Sin embargo no puedo dejar de pensar en que pudo haber cambiado algo, que lo que yo vi de bueno en él como para permitirle el acceso a mi vida hace dos años se haya potenciado, o al menos que haya erradicado todos los problemas que lo sepultaban en la noche. Y por otro lado están mis propias promesas, esas en las que llorando me decía a mi mismo que NUNCA volvería con él. La primera vez vino para romperme los esquemas; ahora vuelve a repetirlo dos años después. Y no dejo de preguntarme si de verdad soy tan fuerte como creo o voy a dejarme llevar otra vez. No querría, ¡pero es tan difícil! La soledad es mucho mejor que las malas compañías, pero a veces se puede volver contra uno. No me gustaría repetir los mismo errores y prefiero pensar, de momento, que no lo haré.


5 comentarios:

  1. Nunca te reproches de lo pasado, ni te atormentes pensando lo que pudo o no pudo ser, tan solo rescata los mejores momentos y aprende de los errores para no volver a cometerlos o al menos intenta.

    La vida es ensayo y error... y hay mucho por delante aún.

    Abrazos alados!!!

    ResponderEliminar
  2. Hola Pablo.

    Siempre se deben cumplir las promesas que decimos,sobre todo si nos las hacemos a nosotros mismos. Cuando uno rompe una promesa siempre queda un sabor amargo a decepción,a fracaso. Siempre queda esa sensación de haber fallado a esa persona a la que le hicimos esa promesa.Por tal motivo si hiciste alguna promesa para tus adentros respétala, así te estarás respetando a ti mismo.
    Es muy fácil opinar desde este lado de mi portátil.Aquí en mi sofá sentado.Simplemente tómalo como mi humilde consejo.
    Me gustó mucho tu entrada,como siempre.
    UN ABRAZO GRANDE PABLO!!!

    ResponderEliminar
  3. Supongo que es más fácil, y menos peligroso, respetar tu promesa. Pero la gente a veces cambia, no quizás de pies a cabeza, pero con suerte dos años después hay algo que ya no es lo mismo, para bien o para mal. De todas maneras yo te hablo desde una edad donde todo cambia de un día para otro, en realidad era una excusa para dejarte un comentario y decirte todo lo que me gusta tu blog, que no siempre lo digo, ¡Me encanta cómo escribes!

    ResponderEliminar
  4. Ve con cuidado, puede que haya cambiado si, pero ve con cuidado :)
    Suerte ~

    ResponderEliminar
  5. Diana: Totalmente de acuerdo contigo. Supongo que por ese mismo motivo que hace que aprendamos de los errores, yo tengo miedo de volver a caer en lo mismo. Si el ser humano es único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, ¿qué esperanza me queda a mí?

    Manuel: Supongo que estarás de acuerdo conmigo en que las decepciones más duras son cuando nos las causamos a nosotros mismos. No me gustaría pasar por eso ahora, así que seguiré tu consejo de mantenerme fiel a lo que una vez me prometí.

    Gershwin: No, en este caso no es ni fácil ni seguro. Lo que tú dices sería arriesgarme a intentarlo, si alguna posibilidad quedara. Lo bueno es que yo también he cambiado, y ahora sé decirle que no. Lo peor: que no sé si es lo correcto, y la simple duda me corroe.

    Shinrei: Lo tendré, de eso no hay duda. Pero a veces incluso cuando caminas con pies de plomo te pueden sorprender por donde no creías que iban a hacerlo... o sorprenderte a ti mismo, y no siempre para bien.


    Un abrazo muy grande a todos y muchas gracias por vuestros comentarios. Un punto de vista objetivo es lo que necesitaba.

    ;)

    ResponderEliminar

Puedes dejar tu opinión: