martes, 25 de enero de 2011

Sueño con un futuro mejor



Me enamoré una vez. No soy de esos privilegiados a los que el amor ha llamado a su puerta varias veces en su pasado. A mí me llegó en una época en la que todavía caminaba de la mano de mi madre y la inocencia continuaba con vida en mi modo de ver el mundo. Claro está, no era consciente de la repercusión de mis sentimientos; sólo hasta que pasaron unos cuantos años más me di cuenta de que quería “con toda mi alma” a mi mejor amigo.

Recuerdo el momento exacto en el que lo conocí. Puede que se trate de uno de esos falsos recuerdos que tan de cabeza traen a los expertos en memoria. No lo sé. Lo que sí sé es que a mí me sirve para darle un sentido a todo lo que se me ha venido pasando por la cabeza estos últimos años, y recientemente he recordado este momento. Lo que recuerdo es corto y sencillo: yo jugando en el patio del colegio y todos mis compañeros dándole la bienvenida a un alumno nuevo que llegaba a mitad de curso. Era él. Puede que este recuerdo durante mucho tiempo haya sido un lastre, pues lo veía como una explicación más a mis pensamientos románticos; creía que en ese mismo instante me había enamorado de él (¡con a penas 4-5 años!) y que desde entonces un vínculo se había formado entre nosotros. Podría nombrar la complicidad que durante años compartimos, lo tranquilos que estábamos uno en compañía del otro; pero no va a ser así. Los años nos han puesto a cada uno en su lugar, ahora mismo separados por una distancia de más de 400 kilómetros (él en Galicia, yo aquí). Él se ha enamorado; yo al menos lo he intentado. Pero como muchas otras tantas cosas, hechos y personas, en mi cabeza sigue habiendo un lugar para él. Es tal, que todavía alguna noche (a veces demasiadas para mi gusto) se deja caer por mis sueños para recrear una amistad ya muerta, y afloran los sentimientos que años atrás debieron quedarse encerrados en una caja de Pandora.

Es duro llegar a darte cuenta de que, incluso varios años después de terminar una amistad con alguien por miedo a que éste sepa que te has enamorado de él, continúa habiendo sentimientos hacia dicha persona. También lo es darse cuenta de que durante todo este tiempo has buscado a otros como él para compartir tu vida; en vano, eso sí.
Todavía es hoy que lo veo y no puedo evitar esa serie de pensamientos proyectivos que me llevan a una vida futura a su lado, a imaginarme caminar con la protección de sus dedos enlazados con los míos. Pero qué se le va a hacer, es el defecto de una imaginación sobrealimentada.

3 comentarios:

  1. Supongo que al final con el chico este no hubo nada no...?
    Yo también estoy de acuerdo de que tener demasiada imaginación resulta un incoveniente...
    Espero que tarde o temprano encuentres lo que buscas...y por los 400 km no te preocupes,yo tengo a mi chico a unos 5 y pico kilómetos de donde vivo...
    En fin...nos leemos!

    Matt Rawr!

    ResponderEliminar
  2. Pues no, se quedó en un simple secreto, uno de esos que pesan una tonelada.
    Tener imaginación es un inconveniente para nosotros mismos, pero de cara a los demás nos da personalidad :) Tienes sus pros y sus contras, no?
    Bueno, 5 kilómetros no son nada!!
    Gracias por contestar.
    Me seguiré pasando por tu blog.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  3. Sí...no son nada,pero esque no sé por qué escribí 5 cuando quería poner 500.
    JAJAJAJAJA

    Nos leemos!

    ResponderEliminar

Puedes dejar tu opinión: