sábado, 3 de septiembre de 2011

Reinvención



El autobús había salido de madrugada de la ciudad y el mar quedaba ya tras su camino. Con el trascurso de los kilómetros, los árboles que cubrían las altas montañas, haciendo parecer su aspecto a un manto verde, habían ido manteniendo las distancias entre cada uno de ellos; pasando de compartir raíces a ni siquiera llegar a tocarse aunque vientos huracanados agitasen sus ramas. Algunos incluso habían rendido sus copas al suelo y éstas se dividían en tres ramas grandes que se alzaban al cielo para luego descender, dándole el aspecto de tres grandes garfios con sendas ramas menores con hojas. Las montañas se estiraron en largas llanuras que se besaban con el cielo en el horizonte y la tierra parecía recién arada, sin hierva ni plantas; aunque lo más acertado fuera jurar que en aquella tierra no había crecido hierva alguna desde hacía tiempo. El poco rastro de agua en sendos lados de la carretera eran aquellos caminos profundos por los que el agua de la lluvia o mismo un pequeño riachuelo habían serpenteado con su cuerpo de agua, lodo y cantos rodados; pero aquello también parecía pertenecer a un tiempo lejano. En el cielo se podían ver diminutos puntos negros que describían círculos en un fondo que con el paso de las horas de la mañana era cada vez más azul. El gris había dejado paso a un cielo despejado. Mi tierra quedaba ya atrás y me parecía que algo de mí también lo hacía.

Y no sería el sueño el que se fuera quedando atrás a hacerle compañía a las montañas, pues llevaba un par de días sumido en un malestar corporal tal que juraría que las resacas comienzan a durar más de un día. Tampoco las preocupaciones que me rondan por la cabeza, ni la música constante, ni los anhelos... Sin embargo una nueva amiga se había sumado a estos en la última parada: la necesidad. Digo que era nueva no porque no la conociera de antes, sino porque era raro que se quedase conmigo más de un día. Esta nueva amiga me insta a una reinvención inminente en mi vida. La necesidad de un cambio en ésta y en mi actitud me hace reconocer que la culpa de mi situación es sólo mía, y que si de verdad quiero lo que busco debo empezar realmente a buscar, no a decirlo simplemente. Pero no se trata de algo tan etéreo como la felicidad lo que busco, sino de una meta más alcanzable a corto plazo: sentirme bien sólo; y para ello tengo que empezar por contemplar mi vida como algo que puedo construir sin ayuda de nadie, sólo con mi determinación. Reconozco que el viaje me ha traído de vuelta a una ciudad a la que no me apetecía volver a consecuencia de los acontecimientos del año pasado. Creía que si volvía las cosas irían a su vez mal, como la progresión de excesivo verde a sequía que había visto en el trayecto en autobús. Pero ese modo de pensar no se corresponde con alguien que ha decidido luchar; ya no se corresponde conmigo. Mi vida venía teñida de blanco y negro, como fotografiada con una cámara antigua, de esas en las que el revelado es más elaborado de lo que uno está acostumbrado a ver en las películas. Ahora el tono de mi vida es más claro, como si el sol se colase en cada una de las instantáneas que de ella saco, tiñéndola de rosa, naranja y azul.


4 comentarios:

  1. A veces volver a tu pasado, a todo aquello que dejastes atrás, no es tan malo porque con el paso del tiempo aprendes a ver las cosas de distinta manera :)

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  2. yo vuelvo constantemente a mi pasado tratando de que no me atrape.
    el otoño parece que ha llegado antes de tiempo a tu blog...SALUDOS AMIGO!!

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  3. Marcos: Tienes razón, a veces vuelves y lo ves todo más objetivamente.

    Manuel: El otoño ha llegado antes de tiempo a mi vida, amigo.

    Un saludo y una abrazo muy fuerte a los dos
    Gracias!

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  4. Éramos amigos y nos hemos vuelto extraños. Pero está bien que sea así, y no queremos ocultarnos ni ofuscarnos como si tuviésemos que avergonzarnos de ello. Somos dos barcos y cada uno tiene su meta y su rumbo; bien podemos cruzarnos y celebrar juntos una fiesta, como lo hemos hecho - y los valerosos barcos estaban fondeados luego tan tranquilos en un puerto y bajo un sol que parecía como si hubiesen arribado ya a la meta y hubiesen tenido una meta. Pero la fuerza todopoderosa de nuestras misiones nos separó e impulsó luego hacia diferentes mares y regiones del sol, y tal vez nunca más nos veremos - tal vez nos volveremos a ver, pero no nos reconoceremos de nuevo: ¡los diferentes mares y soles nos habrán trasformado! Que tengamos que ser extraños uno para el otro, es la ley que está sobre nosotros: ¡por eso mismo hemos de volvernos más dignos de estimación uno al otro! ¡Por eso mismo ha de volverse más sagrado el recuerdo de nuestra anterior amistad! Probablemente existe una enorme e invisible curva y órbita de estrellas, en la que puedan estar contenidos como pequeños tramos nuestros caminos y metas tan diferentes -¡elevémonos hacia ese pensamiento! Pero nuestra vida es demasiado corta y demasiado escaso el poder de nuestra visión, como para que pudiéramos ser algo más que amigos, en el sentido de aquella sublime posibilidad. Y es así como queremos creer en nuestra amistad estelar, aun cuando tuviéramos que ser enemigos en la tierra.
    Friedrich Nietzsche. La gaya ciencia

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