sábado, 9 de abril de 2011

Ángeles de la guarda



Una noche más estoy despierto y escribo para echar fuera de mí los recuerdos que en cuanto cierro los ojos no me dejan dormir. Ya es harto sabido que este momento es mi catarsis, donde dreno todas las emociones del día y las pongo todas boca arriba encima de la cama, para entonces poder analizarlas y comprenderme un poquito más que ayer. Pienso en Jesús, en los sacrificios que hizo y si valieron la pena, después de todo. Pienso también en las vidas separadas que ahora mis padres han tomado, dividiendo así también la mía, por si acaso aún no estaba demasiado dividida ya. Pienso en el Príncipe de los Caballos, al que he dejado en su reino para ser feliz; Dios sabe que mis mejores deseos están dedicados a él, pero todavía no ha llegado el momento para nosotros, y puede que ésta no sea la vida en la que éste vaya a llegar. Pienso en mi abuelo, que está sentado a mi lado en la cama, con su cuerpo invisible lo noto enjugar las lágrimas que erosionan mi cara a menudo y ahora; su energía positiva impide que la marea me llegue a cubrir por completo. Pero también pienso mucho en ella, y sobre todo en cómo hubiese sido de no haberse muerto...

Si estuviera viva yo continuaría tocando el piano, sé que hubiese impedido que su sonido abandonase nuestra casa. Incluso para sus tres años menor que yo, sería más inteligente que la suma de toda la familia. Para cumplir con los genes de la familia, sería alta, morena de piel y quizás también de pelo, y le gustaría cantar (creo que puedo imaginármela acariciar mis oídos con su voz mientras mis dedos se deslizan por las teclas del piano y mi garganta deja escapar algún que otro sonido tímido). Si ella viviera también lloraría la muerte de nuestro abuelo, pero me tendría a mí para compartirlo. Sería la primera en leer cada uno de mis textos y en saber cómo evoluciona esa historia sobre una isla en un mundo semejante al nuestro. Sé que ella comprendería qué intento expresar cuando hablo de universos paralelos y reencarnación. Pero sobre todo, si ella no hubiese muerto, mi madre continuaría en casa esperando a que llegara la Semana Santa para recibirme con una de sus comidas; entonces no tendría que enfrentarme al vacío que habita allí, sin discusiones tontas ni una mano femenina que avive el color de la vida. No. Si ella hubiese nacido las cosas hubiesen sido diferentes, seguirían mal (puede ser), pero al menos no habría tanto vacío en una casa que ha oído tantos llantos. Seríamos cuatro en lugar de dos.

Una vez leí un libro sobre reencarnación en el que (lo voy a contar resumido) a un psiquiatra se le había muerto un hijo con apenas tres o cuatro añitos. En un estado hipnótico, una mujer en consulta le dijo que ese niño había tenido que sacrificar su vida para salvar la de su familia, pero que allá donde se encontraba era feliz. No sé si mi hermana tuvo que sacrificar una vida para salvarnos a todos nosotros, lo que sí sé es que todavía soy incapaz de averiguar hasta qué punto nos salvó su acción. Pero que tuvo un sentido lo tengo claro, no me importa si muchos no lo ven así, yo lo siento. Porque ella también está aquí, su esencia agarra la mano de mi abuelo y ambos hacen que me gire por la calle a mirar de dónde vienen los ruidos que escucho tras de mí. Ellos son mis ángeles de la guarda. Ella murió por mí y no voy a dejar que la vida pase por delante de mí sin haberla aprovechado. Una profesora nos dijo que la felicidad es la ausencia de miedo. Pues bien, no tengo miedo porque todo va a salir como tenga que salir.

Las causas de la muerte de mi hermana, o no nacimiento según como se mire, me las voy a guardar, a pesar de que son para gritar injusticia a los cuatro vientos y arrancar el estupor de algunas caras que yo me sé. Pero por respeto a mi madre no lo voy a compartir con nadie. Tan sólo quería que alguien supiera que yo no iba a ser hijo único, y que a mis veintidós años conozco más secretos familiares de los que muchos conocen con cuarenta o más. Sólo quería que alguien supiera que había una niña a la que yo iba a dar nombre. Su nombre es el motivo por el que todavía me queda mucho por escribir, decir y hacer. Ella es Alba.

4 comentarios:

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  2. Pablo...tienen mucha fuerza tus letras.A pesar que últimamente el mundo se mueve a base de prisas,vanalidades y superficialidad, encontrar estos sentimientos en tus letras me encanta.
    Tienes toda la razón, no dejes que tu vida pase sin sentido,aprovechala al máximo Pablo.

    Te deseo lo mejor, un fuerte abrazo!!!

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  3. Alguien dijo que los secretos se hicieron para un día ser revelados, hasta entonces nos conforman para bien o para mal.

    Un saludo Pablo!!

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  4. Que entrada más emotiva. Mi visión es de algún modo muy parecida a la tuya. A veces no llegamos a comprender el por qué de algunas situaciones, pero siempre hay un motivo que quizás con el tiempo lleguemos a comprender. En mi caso me pasó algo parecido y con el tiempo logré entender, y lo que es más importante, aprendí a aceptarlo. Supongo que como siempre, el tiempo nos ayuda a ver las cosas con otros ojos y a comprender cosas que en un principio no logramos a entender...

    Un saludo y te animo a que sigas escribiendo porque me encantan tus escritos!

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